A raíz del cese de los cargos directivos de la OSI Donostialdea, se ha desencadenado una situación de enfrentamiento liderada por los jefes de servicio del hospital Donostia contra la dirección de Osakidetza y la propia consejería de salud.

A lo largo de estos últimos años la consejería, con el objetivo de racionalizar el funcionamiento del sistema sanitario desde el punto de vista económico y de mejorar la utilización de los servicios de Osakidetza, está tomando una serie de decisiones que afectan al desarrollo de diferentes servicios y estructuras y, por tanto, a la evolución futura de los hospitales de la Comunidad Autónoma Vasca. Nos gustaría creer que todo lo que se está haciendo o programando es en aras de mejorar la calidad asistencial, disminuir las listas de espera y promover el desarrollo de nuevas áreas al alcanzar los estándares de calidad exigidos para su implementación.

Pero para entender lo que está ocurriendo es necesario conocer las razones y los objetivos de la consejería. Demandamos, como también lo hacen otros agentes sociales, una mayor información sobre este tema y un adecuado ejercicio de transparencia (cualidades del buen gobierno).

También, ante las movilizaciones que se han generado, hay que preguntarse cuáles de estos cambios han sido los detonantes de los ceses y la causa del reagrupamiento de los/las jefes de servicio del hospital Donostia. Estos denuncian que el problema es la forma en la que se han tomado las decisiones, que no se les ha tenido en cuenta aun sabiendo que su opinión es imprescindible para la configuración de los servicios y que, sin ella, es mayor la posibilidad de tomar determinaciones erróneas. Denuncian también la falta de confianza, el carácter dictatorial del ordeno y mando y el probable empeoramiento de la calidad asistencial como consecuencia de las medidas que se quieren implantar.

Los jefes de servicio, por definición, son los responsables del desarrollo y del buen funcionamiento de sus servicios. Deben de ofrecer prestaciones actualizadas a su población, deben de buscar áreas de mejora ante las limitaciones actuales y deben de valorar las necesidades de sus respectivas especialidades para abordar los retos del futuro. Pero también es cierto, como demuestra la historia de nuestros hospitales, que tienen intereses y privilegios personales que defender que, en muchas ocasiones, suponen conflictos de interés entre la asistencia pública que dicen proteger y su propia actividad privada o aspiración en el ámbito profesional, sea asistencial, docente o investigador.

Cada vez que una prestación o un servicio desaparecen de un hospital y se traslada a otro, se pierde mucho más que la organización, el personal y la partida presupuestaria correspondiente. Hay otra parte mucho menos evidente que tiene que ver con su relación con otros servicios y con el prestigio del propio hospital…

Por ello, es necesario explicar claramente qué cambios van a producirse en cada servicio y hospital y qué ganancia va a representar cada una de estas decisiones para el conjunto del sistema sanitario. La ganancia debe de ser superior a la pérdida y siempre planteada en términos de mejora en la accesibilidad a los servicios y prestaciones, en términos de mejora de la atención que se ofrece a la ciudadanía y en términos de mejora de la eficiencia del Servicio Sanitario Público, pues sabemos que la salud no tiene precio, pero sí tiene un costo.

Como consecuencia de las movilizaciones que hemos visto estos días, se han hecho evidentes dos tipos de problemas que son de diferente abordaje y consideración. El primero se refiere a los planes de Osakidetza. Es hora de que presente los proyectos que tiene de cara al futuro inmediato y al más lejano para que, por fin, puedan ser ampliamente conocidos y debatidos por todos los representantes sociales sin los reduccionismos con los que han sido planteados en los últimos tiempos. Es necesario clarificar el debate y que se conozcan cuáles son los inconvenientes y las ventajas de los mismos para poder decidir de una forma responsable y consensuada.

Sabemos que los jefes de servicio tienen el conocimiento adecuado (conocimiento especializado necesario para el desarrollo de las diferentes áreas hospitalarias) como para poder opinar con autoridad sobre los cambios planteados y sabemos que también tienen poder y que lo ejercen, pero que no siempre emplean a favor del conjunto del sistema sanitario (es muy significativa la utilización interesada que han hecho de la Atención Primaria) ni en beneficio de la salud de todos. Por ello, es bueno que todas las cartas se pongan sobre la mesa.

La segunda, se refiere a las formas, a la manera de llevar a la práctica de forma absolutamente unilateral, las decisiones que toman el departamento y Osakidetza. Aunque pueda parecer lo fundamental, lo más relevante de lo que ha ocurrido no han sido los ceses de los responsables de la Osi Donostialdea (De hecho en la CAV siempre ha sido más importante la alineación ideológica con las direcciones que la formación y la experiencia en gestión), sino de qué manera las decisiones, sobre todo aquellas que por su envergadura y por su trascendencia deben someterse a debate, se hacen efectivas por mandato, sin el previo conocimiento y preparación de las partes implicadas.

Osakidetza y el departamento de salud se encuentran en este momento en medio de una encrucijada importante. El presupuesto en el área de salud de este gobierno, es el mayor de todos y el mayor de la historia. Lo mismo sucede con el presupuesto de Osakidetza. Aun así, la consejería no consigue revertir la situación actual de deterioro del sistema sanitario y la caída de la aceptación y popularidad que hasta ahora ha tenido el denominado “oasis sanitario vasco”. Se enfrenta, además, al hartazgo y a la desilusión de sus trabajadores por las decisiones y las formas que tienen para implantarlas. Por otra parte, la denuncia de una deriva hacia la privatización del sistema sanitario público está cada vez más presente y es más generalizada. Pero a pesar de todo, parece que los principales responsables de lo que está sucediendo tampoco ven la necesidad de realizar ningún cambio en sus modos de gestionar el servicio vasco de salud.

Osalde siempre ha defendido el derecho a una atención a la salud que coloque a las personas, a las familias y a la comunidad en el centro de un sistema, universal, público y accesible. Por ello, ante esta grave crisis sanitaria, creemos que ha llegado el momento de decir BASTA, de dejar de admitir como solución inevitable formar parte de un seguro privado. Es necesaria una gestión que huya del cortoplacismo, que mire más allá de intereses cercanos políticos o económicos y que trabaje con una estrategia y planificación responsables.

Hay que afrontar, tanto desde el Parlamento, como desde los sindicatos, colectivos profesionales y organizaciones ciudadanas, que debe realizarse un cambio de rumbo en la Administración de los servicios sanitarios y que es ineludible y urgente llegar a un gran acuerdo sobre cómo debe ser y funcionar Osakidetza (el sistema sanitario público vasco) para conseguir la atención a la salud que necesitamos y deseamos.